• martes, 19 de marzo de 2024
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TRIBUNALES

La reconstrucción de los hechos: los cinco acusados por la violación de San Fermín llamados ante el juez

Esto es lo que ocurrió en la madrugada del 7 de julio en Pamplona: el relato según los informes policiales, la denuncia de la chica y el auto del juez.

Tres de los cinco detenidos en San Fermín en el patio de caballos de la Plaza de Toros de Pamplona. FOTO EL ESPAÑOL
Tres de los cinco detenidos en San Fermín en el patio de caballos de la Plaza de Toros de Pamplona. FOTO: EL ESPAÑOL

Los cinco acusados por el juez por la supuesta violación de los pasados Sanfermines declaran en el juzgado este viernes 2 de septiembre. 

Antes de que comparezcan junto a sus abogados y respondan a las preguntas de sus letrados, la acusación, el juez y la fiscalía, reconstruimos los hechos ocurridos en Pamplona en la madrugada del 7 de julio según el relato de la denuncia presentada y el auto del juez por el que mantuvo en prisión a los acusados. 

A las 3.45 de la madrugada del 7 de julio sonó el teléfono de la Policía Municipal de Pamplona. Al otro lado del teléfono una persona informó de que se había encontrado a una chica en un banco de la calle Roncesvalles, junto al monumento del encierro, llorando y que decía haber sido víctima de una violación.

La joven del banco era una joven madrileña de 18 años que salió de Madrid el miércoles 6 de julio con uno de sus amigos para disfrutar se los Sanfermines. No tenían hotel para pasar la noche, pensaban dormir en el coche aparcado en el barrio de Lezkairu.

LLEGARON A PAMPLONA POR LA TARDE

Ella y su amigo salieron después de comer de Madrid y llegaron hacia las seis y media de la tarde a Pamplona. Aparcaron el coche en una zona residencial cercana al centro, el Soto de Lezkairu, un barrio en el que no hay que pagar zona azul y donde podrían dejar el coche durante un tiempo y acudir a dormir sin estar muy alejados de la zona de fiesta en el centro de la ciudad. Una vez habían aparcado, la dirección estaba clara, había que llegar a la zona de ambiente.

Atravesaron el Segundo Ensanche de Pamplona y se adentraron en el Casco Antiguo, zona de la fiesta por excelencia, allí estuvieron tomando algo por los bares y más tarde acudieron a la Plaza del Castillo donde había instalado un escenario en el que cada día se ofrecían diferentes conciertos. Bebieron, no mucho, mientras escuchaban el concierto de la Orquesta Vulcano Show que tocaba esa primera noche de fiestas.

El concierto acabó a las 2.30 de la madrugada, pero el amigo de la chica no se había quedado hasta el final, se había ido hora y media antes a dormir al coche porque estaba cansado del viaje.

Sin embargo, ella no estaba sola, se había encontrado con unos amigos de la universidad de Madrid, terminó el concierto y con el movimiento de la gente al acabar se separó de sus amigos.

UN BANCO DE LA PLAZA DEL CASTILLO

Eran las 3 de la madrugada, el centro de Pamplona estaba abarrotado y la chica madrileña no conseguía ver a sus amigos. Se sentó en un hueco que encontró libre en un banco de la Plaza del Castillo, junto a la Bajada de Javier.

En el banco también estaba sentado un chico joven y otros tres más estaban frente a él de pie charlando animadamente con sus respectivos vasos de plástico. Era un grupo de cinco hombres llegado también ese mismo día para disfrutar de las fiestas: ellos mismos colgaron en redes sociales su aparición en Pamplona

Al ver que la joven se sentaba en el banco, el chico que estaba sentado se interesó por ella. Le preguntó qué hacía por Pamplona, su nombre, etc.

Los cuatro jóvenes tenían un marcado acento andaluz, tal y como le dijeron, eran de Sevilla. El chico del banco era de complexión fuerte, medía 1,65, tenía el pelo corto y castaño claro.

De entre los que estaban en pie, uno de ellos era algo menos alto, sobre 1,60, tenía los ojos claros, el pelo también castaño claro y corto, barba de 3 días, era delgado y llevaba un reloj con la esfera muy grande.

Otro era moreno de piel con el pelo corto rapado y sin barba. El último era el más alto de los cuatro, mediría 1,75, era muy moreno de piel y tenía el pelo corto, la barba frondosa, ojos oscuros y un gorro de color rojo.

Estuvieron hablando, bailando y bebiendo pero unos 15 minutos después la chica decidió que era hora de irse a dormir. Los chicos decidieron acompañarla y le dijeron que ellos también iban a dormir en el coche con el que había ido hasta Pamplona porque no tenían donde dormir. No le dijeron donde lo habían estacionado, pero estaba en el barrio de San Jorge, en la otra punta de Lezkairu

Subieron por la avenida de Carlos III desde la Plaza del Castillo para dirigirse hasta el nuevo barrio de Pamplona, donde estaba aparcado el vehículo de su amigo donde pasaría la noche.

Los jóvenes fueron caminando. Uno de ellos conversaba con la chica mientras los demás caminaban unos metros por delante.

Al llegar a la altura de la calle Leyre, una de las calles paralelas a Carlos III, los jóvenes que iban por delante se metieron en la calle y se dirigieron al Hotel Leyre, en esa misma calle.

La chica ha contado que no sabía por qué fueron allí, pero tampoco le dio mayor importancia, se quedó fuera con el joven con el que hablaba mientras fumaba, esperando a que saliesen los demás. La joven reconoció que en algún momento del recorrido se besó con alguno de los detenidos. 

Los sevillanos que caminaban por delante habían entrado a pedir habitación al Hotel Leyre, pero el vigilante, que ya ha declarado ante el juez, les indicó que había una lista de clientes y que si no estaban en ella no podían pasar.

Volvieron a Carlos III pero la joven madrileña comenzó a no encontrarse cómoda con los jóvenes. La agarraban por lo hombros, la abrazaban bruscamente… Ante este cambio de actitud la chica les dijo que iba a acortar por la calle Paulino Caballero para llegar antes al coche aunque en realidad su intención era librarse de ellos.

Los jóvenes no consintieron que ella se marchase, alegando que querían acompañarla para no dejarla sola y la siguieron.

Los pasos del grupo dejaron constancia de lo extraño de la situación, los chicos siguieron los pasos de la joven hacia la calle Paulino Caballero, paralela a Carlos III y una vez allí se alejaron de la dirección hacia el coche bajando de nuevo por esta calle hacia la Plaza del Castillo, en sentido contrario al barrio de Lezkairu. 

Al llegar a la altura del portal número 5 se detuvieron. Una vecina llamaba al timbre esperando a que le abrieran en su casa. Tres de los ahora detenidos se acercaron a la vecina que tocaba el timbre y cuando le abrieron sujetaron la puerta para acceder también al interior. Al aviso de “vamos, vamos” de uno de los sevillanos, el joven que caminaba con la chica madrileña y otro de ellos la agarraron cada uno de una muñeca y la metieron dentro del portal.

La vecina ha declarado ante el juez que no pudo ver bien a los cinco ni si metieron a una joven a la fuerza en el portal. Además, ha indicado que sintió miedo por la situación, pero no precisó si había una chica involucrada.

Ella intentó zafarse de ellos y gritó, pero el chico con el que caminaba y charlaba minutos antes le tapó la boca todo el tiempo para que no pudiera hacerlo.

Fue entonces cuando la rodearon y la tiraron al suelo, le quitaron el sujetador y le soltaron el pantalón. Uno le agarró de la cadera y otro la cogió del cuello. En la violación participaron todos ellos mientras lo grababan en vídeo y se jaleaban y animaban entre ellos.

Cuando terminaron le quitaron el móvil, le sacaron la tarjeta SIM y la tarjeta de memoria que tiraron por el portal. En el lugar de los hechos la policía encontró huellas, colillas y vasos con restos de los cinco hombres. 

Salieron corriendo, casi festejando lo ocurrido. Se detuvieron en el monumento al encierro y entablaron conversación con otra chica, según las cámaras de seguridad. Allí estuvieron un par de minutos. 

Poco después mandaron mensajes a su grupo de WhastApp en los que presumían de lo ocurrido. Intentaron pernoctar en el Hotel Yoldi y terminaron por colarse en el edificio del Hotel Avenida de la avenida Zaragoza, donde durmieron en un rellano hasta que los echaron. 

SE SENTÓ EN UN BANCO CERCANO

Cuando los chicos se fueron del portal, la chica se levantó del suelo, se puso bien la ropa (algunas prendas estaban dañadas) y salió a la calle para pedir ayuda.

Se sentó en un banco de la avenida Roncesvalles, cerca del monumento al encierro. No encontraba su móvil. Instantes después apareció una pareja Etxauri que la encontraron llorando en el banco y llamaron a la policía.

Al llegar los agentes se dirigieron con la chica al portal donde tuvo lugar la agresión. Allí estaban junto a los vasos de plástico la tarjeta SIM, la de memoria y la carcasa del móvil de la joven madrileña. El móvil, sin embargo, no apareció. Tampoco lo tenían los cinco sevillanos cuando fueron arrestados en la plaza de toros. 

El amigo de la chica, que mientras tanto dormía en el coche, no volvería a verla hasta el día 7 a las cuatro de la tarde cuando los agentes la acompañaron de nuevo hasta el Soto de Lezkairu después de prestar declaración sobre la agresión que había sufrido y pasar por un examen médico. 

DETENIDOS EN LA PLAZA EN LAS VAQUILLAS

Los cinco sevillanos se metieron después en el recorrido del encierro. La Policía Municipal de Pamplona, que ha llevado la investigación de los hechos, lanzó la alerta entre sus patrullas sobre la descripción de los cinco hombres. 

Una de las agentes que monitorizaba el recorrido del encierro gracias a las cámaras de seguridad los localizó en el recorrido antes de comenzar la carrera. 

Rápidamente, tras alertar de que había descubierto a los cuatro hombres en el recorrido del encierro, dieron aviso al resto de efectivos y a la Policía Foral, el cuerpo encargado de la seguridad dentro de la plaza de toros.

En el interior de la plaza, uno de los agentes de Policía Foral escuchó a varios jóvenes hablar. Lo hacían con un marcado acento andaluz y, por la descripción facilitada por la chica, todo podía encajar. 

DETENIDOS Y AL PATIO DE CABALLOS

Pidieron a los cuatro jóvenes que les acompañaran hasta el patio de caballos para su identificación. Los agentes vieron el sombrero rojo, la esfera grande del reloj y, lo más importante, pidieron a todos que se levantaran las camisetas para ver si alguno de ellos llevaban algún tatuaje en el pecho o en el abdomen. 

Los cuatro quedaron detenidos junto al quinto amigo de Sevilla que aún estaba en el interior de la plaza de toros.


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