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Blog / La cometa de Miel

Mi infancia son recuerdos de un patio de Pamplona

Por Pablo Sabalza

"Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan." Antoine de Saint-Exupery 

Son muchos los poemas que me han acompañado a lo largo de mi vida.

El viaje definitivo de Juan Ramón Jiménez; Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda; La casada infiel de Federico García Lorca; No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma; Vida de José Hierro;  Canción del pirata de Espronceda; ¿Qué es poesía? de Gustavo Adolfo Becquer; Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández; Tú me quieres blanca de Alfonsina Storni; Se equivocó la paloma de Rafael Alberti; Un soneto me hace ser violante de Lope de Vega; Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique; Corazón coraza de Mario Benedetti; Noche oscura de San Juan de la Cruz; Campanitas de Rosalía de Castro; Mujer con alcuza de Dámaso Alonso; Me basta así de Angel González; Quiéreme entera de Dulce María Loynaz; La princesa está triste de Rubén Darío

Aprovecho para invitarles, queridos amigos de NAVARRA.COM, a que si no conocen algunos de estos versos se acerquen a ellos por el mero placer de disfrutar con ustedes mismos como quien se come un pastel o riega la tierra de una maceta en un día soleado.

Sin embargo, hay unos versos que superan a todos los que les he mencionado y a otros tantos que no lo he hecho.

La semana pasada leí una noticia que indicaba que, un año más, la Plaza de la Libertad (tan mencionada en estas fechas) acogerá durante los próximos Sanfermines diversas actividades y atracciones para los más pequeños bajo el programa, Menudas fiestas.

Talleres, espacios de ocio, juegos, hinchables y, seguramente, a Maese Villarejo con su eterno Gorgorito.

Y es en esa Plaza de la Libertad donde pasé toda mi infancia jugando a la pelota, a pillar y otros tantos juegos infantiles que evoco con añoranza, ya que me trasladan a personas que ya no están con nosotros.

Cuando regreso a Pamplona es una visita obligada acercarme a la fuente de los cuatro chorros y sentarme en alguno de los bancos que pueblan ese paraíso infantil para rememorar unos tiempos y unas personas que ya no volverán.

Espero que el día de mañana mi hija, Amalia, sonría entre los árboles que se elevan olvidados, se amorate las rodillas como su padre lo hizo infinitas veces y ambos juguemos como dos niños eternos.

Porque es en ese lugar donde siempre aparecen unos versos de Antonio Machado que dicen así:

Estos días azules y este sol de la infancia.

Celebro que los niños y niñas de mi tierra se congreguen en ese enclave que tanta felicidad me dio, ya que, al fin y al cabo, lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.

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Mi infancia son recuerdos de un patio de Pamplona