• domingo, 28 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Ni hay crisis climática ni el planeta está en peligro

Por Javier Ancín

Que abran el frigorífico de casa y se metan dentro como ansiolítico para todos sus padecimientos del alma. Y que desde esa posición de superioridad, apretándose entre los yogures y el tarro de la mermelada, nos llamen cuñados.

Imagen de archivo de Pamplona tras una nevada. IÑIGO ALZUGARAY
Imagen de archivo de Pamplona tras una nevada. IÑIGO ALZUGARAY

Andan los asustadizos preocupados porque este invierno la gente no muere de frío -como ha pasado siempre, te dicen- y disfruta de unas temperaturas templadas, mucho más compatibles con la vida de los humanos. Esto es el final, un invierno sin defunciones por hipotermia, qué será lo siguiente que defendáis, fachitas.

Para el clero rojo, por bajar a lo concreto, Madrid es el paradigma de la ciudad contaminada, contra ejemplo de lo que debe de ser la lucha contra el cambio climático. Luego ves los datos y descubres que es la capital mundial con una esperanza de vida más elevada pero nadie te lo explica, así que... para qué discutir. A vivir, que son dos días.

A mi el cambio climático ya me va bien, pensaba la noche del sábado, después de cenar, paseando agradablemente por la playa de Gros, de vuelta a mi casa donostiarra, donde estoy felizmente exiliado. La aplicación meteorológica del móvil anunciaba unos confortables, deliciosos, 15°C. Qué maravilla.

Vamos a morir todos, claman los eternos. Esto es el Apocalipsis. Y para dar verosimilitud a la previsible hecatombe, la justifican con que no se veían unas temperaturas tan elevadas en enero desde hace 150 años. ¿Entonces al menos desde hace 150 años ya íbamos a morir todos? La coherencia interna del discurso es inexistente, pero qué más da.

No es normal, no es normal esto... se les ve pasar contrariados por las calles, agitando la cabeza, enloqueciendo porque por estas fechas tendríamos que estar al borde de la congelación, con la sensación horrible de respirar alfileres por la garganta y pulmones, y no caminando con el abrigo abierto, sin guantes.

¿No ves que ahora mismo tendríamos que estar con la espalda crujiendo de dolor de la helada que nos estuviera cayendo encima? No puede ser que nos encontremos tan bien, con las articulaciones rejuvenecidas, sin rastro de amigdalitis, con los labios sin cortes por el viento polar, con los abuelos gozando en los bancos del parque al medio día. ¿Qué más pruebas quieres para no ver que vamos a morir todos, fachita? ¡Hay que volver a los 0°C!

Si lo que pretenden es que en vez de disfrutar de este óptimo climático que tenemos, muchos nos sintamos culpables por él, que les vayan dando, es todo el debate científico que pienso entablar con gente que tampoco, como yo, es científica. Que sufran, que se angustien, que padezcan horribles miedos por premoniciones que no están en su mano ni acelerar ni revertir ni, por supuesto, ver cumplidas. Que abran el frigorífico de casa y se metan dentro como ansiolítico para todos sus padecimientos del alma. Y que desde esa posición de superioridad, apretándose entre los yogures y el tarro de la mermelada, nos llamen cuñados.

Como esto del clima para el populacho es una religión, ahí va mi aportación al corpus dogmático. El doctor John Clauser, Premio Nobel de Física en 2022, hace un mes se descolgó con unas declaraciones tranquilizadoras en una conferencia sobre el clima en Baltimore. "¡Buenas noticias! No hay crisis climática... Por mucho que pueda molestar a mucha gente, mi mensaje es que el planeta no está en peligro".

Puestos a creer, yo prefiero creer a este hombre de ciencia, que bueno, si le han dado el Nobel hace un par de años tampoco será una piernas, y seguir disfrutando de una existencia menos traumática y más serena, sosegaba, templada, que los que creen a otros científicos más hiperventiladitos. Y eso es todo.


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