• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Luis Sabalza, en la línea de salida de Fermín Ezcurra

Por José Mª Esparza

Luis Sabalza cogió al club en mucho peores circunstancias que Fermín Ezcurra, lo ha ascendido en poco más de año y medio, dado estabilidad, y lleva camino de sanearlo en todos los órdenes. Si deportivamente siguen los éxitos, incluso mejorará el patrimonio perdido.

El Presidente de Osasuna, Luis Sabalza. PABLO LASAOSA 02
El Presidente de Osasuna, Luis Sabalza. PABLO LASAOSA.

No se puede pedir más. Hay que levantar la mirada por encima del día a día, por intenso que sea, para valorar las situaciones en su magnitud. Hasta ahora ha sido considerado Fermín Ezcurra el mejor presidente de la historia de Osasuna, y a día de hoy lo sigue siendo por muchos motivos. Pero Luis Sabalza ya se ha colocado al menos en su línea de salida.

Ezcurra protagonizó el mandato más largo (1971-1994) y no lo desaprovechó. Saneó el club, lo llevó a Primera División (1979), lo convirtió en referencia nacional como modelo de gestión, supo mantenerlo como club durante las conversiones obligatorias a SAD, creó Tajonar,  consiguió gratis la tribuna alta de El Sadar, lo dotó de un patrimonio difícilmente igualable, gracias al cual ha podido sobrevivir tras la última crisis, fue pieza clave en la creación de la Liga de Fútbol Profesional (suya es la compensación a los clubes descendidos), y sus éxitos deportivos no desmerecieron de los económicos y sociales.

Sin duda, Fermín Ezcurra convirtió  a Osasuna como club de Primera también para la sociedad navarra (los niños comenzaron a comprar por primera vez camisetas rojillas), lo mantuvo 14 años en la máxima categoría, y jugó en dos ocasiones la Copa de la UEFA pese a la modestia de sus presupuestos de club de cantera. Con Ezcurra logró Osasuna unas señas de identidad como institución, modelo de gestión, y estilo deportivo.

El de “los indios” que hablaba Paquito, aquel míster entrañable, porque decía que sus jugadores aparecían y bullían por todas las partes del campo.  En fin, aunque dejó mal sabor su despedida (abandonó en plena temporada en 1994, antes de consumarse el descenso, precisamente con Martín Monreal de entrenador), la gestión de Ezcurra quedó como un hito difícil de batir, y que el tiempo ha agrandado.

Ya en la época final de don Fermín, el mundo del fútbol comenzó a cambiar a pasos agigantados. Entraron los representantes de jugadores, los agentes de merchandising, la Ley Bosman (1995), los derechos audiovisuales,  y a dónde ha llegado en los últimos veinte años no tiene nada qué ver con aquél.

Nunca habría imaginado Ezcurra que por el mero hecho de jugar en Primera podrías recibir más 40 millones de euros, es decir, unos 7.000 millones de aquellas pesetas, catorce veces su presupuesto. Son las coordenadas en las que se mueve hoy Luis Sabalza, y tienen sus ventajas cuando las cosas van bien, pero resultan demoledoras en el caso contrario. Los clubes modestos se mueven por decreto  como funambulistas sobre el abismo, víctimas de un destino difícil de controlar.

Por eso también hay que valorar en su justa medida la gestión que apenas ha iniciado Luis Sabalza. Ha conseguido, con Martín Monreal en el banquillo, el ascenso más fulgurante que podría imaginar cualquier presidente, pero sus logros tan importantes o más quedan lejos de la luz y el brillo de focos y escenarios rutilantes.

Llegó con la Liga comenzada, con una plantilla que a nadie agradó y que estuvo a punto de descender a Segunda B, en medio de la peor situación económica de la historia, con una deuda real de sesenta millones de euros. A los dos meses le estalló “el caso Osasuna”, la mayor crisis institucional que haya podido sufrir la entidad rojilla, que ha destapado precisamente la deriva del principal club navarro después de la gestión de Fermín Ezcurra, acelerada por los últimos presidentes.

Como las penas no suelen venir solas, Luis Sabalza tuvo que acometer también una dura reestructuración del personal  del club, despedir a dos directivos insurgentes, urgir al Gobierno para poner en marcha la Ley Osasuna, reconducir la Fundación, restablecer relaciones con otras instituciones como la LFP o la RFEF, o ir devolviendo al club su orgullo.

Apenas ha pasado un día sin encontrase nuevas chinas en el camino en forma de nuevas deudas, pagos pendientes o zancadillas intencionadas o no a su gestión. Allá queda, por ejemplo, la eliminación de Copa en Miranda. Porque claro, a la inexperiencia en el cargo en una época de exigencia máxima une su imagen de discreción, de perfil bajo, que a algunos le ha llevado a confundir con la presa fácil, sobre todo al criticar a la ligera a algunas de sus decisiones. Pero, ojo, la mano no le tiembla.

La contratación de Fran Canal, por ejemplo, provocó discrepancias.  Llegó como asesor externo para realizar una delicada labor interna, con la carta de presentación de buen conocedor del mundo del fútbol, pero no tanto de idiosincrasia de esta tierra.  Por una y otra razón, quizás pesó demasiado en la errada apuesta federativa, pero es un hecho que ha cumplido con su cometido y lleva camino de pasar a formar parte de la estructura organizativa del club, a la que ha dado la vuelta. Nadie puede dudar que en Osasuna hacía falta poner orden y concierto, algo que necesariamente provocará opiniones encontradas.

De cualquier modo, el club ha ganado en estabilidad, credibilidad y respeto. Y en mecanismos de control. El club se ha protegido a sí mismo. ¿Que la directiva trató de influir en las elecciones de compromisarios, por cierto, espectacular termómetro de cómo ha subido el osasunismo en este tiempo? ¿Acaso no tiene derecho a buscarse apoyos? ¿No lo hicieron otros colectivos a su modo?  ¿Acaso el socio es tonto?

Por otra parte, con Luis Sabalza la plantilla ha vuelto a donde debía, a la cantera con retoques de fuera. El presupuesto deportivo ha tenido que ajustarse a una parámetros que el club ha suplido recuperando las señas de identidad, algo donde el presidente se ha mantenido firme. “Para entrar uno tiene que salir otro”, decía en el mercado invernal.  Este Osasuna que ha logrado la cuadratura del círculo con su ascenso a Primera debe mucho al entrenador, por supuesto, algo que tocará abordar otro día, pero si tiene un nombre propio es el del presidente para lo bueno y para lo malo.  

En este caso, para lo bueno. Ha ascendido al primer equipo, y también al segundo. El Promesas ha regresado a donde debía, a Segunda B. En el ático de la Torre Basoko dejó claro Sabalza con su presencia que es el máximo responsable de todas las parcelas del club.

Finalmente, un detalle. Por primera vez un ascenso se ha celebrado en las calles de Pamplona sobre un autobús rojo, vaya como el Real Madrid celebró la undécima sobre uno de blanco. El autobús no apareció por arte de magia, precisó un trabajo previo de producción y riesgo, como otras iniciativas habidas en la temporada. La imagen de la plantilla subida al bus, aplaudida por miles y miles de rojillos por las calles pamplonesas, concreta el éxito de la gestión global de un club que funciona.

Este Osasuna es otro muy distinto al de diciembre de 2014. Sin duda, Luis Sabalza debe seguir el rumbo llevado desde aquella línea de salida, el mismo de Fermín Ezcurra.


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