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Opinión / Tribuna

La última batalla contra ETA

Por María Jiménez

Recientemente comenzó en la Audiencia Nacional el juicio contra los líderes de la organización Askapena.

A todos ellos la Fiscalía les acusa de colaborar con ETA. A la entrada del juzgado, uno de los acusados parafraseó a Fidel Castro y declaró ante los periodistas que el “tribunal de excepción” al que se enfrentan los “condenará o no”, pero sentenció que “la historia nos absolverá”Viendo los últimos acontecimientos, parece que hay muchas personas trabajando por la causa.

El pasado 12 de octubre una manifestación multitudinaria recorrió las calles de Pamplona exigiendo la libertad de los cinco acusados de Askapena. Entre las decenas de imágenes que aparecieron en los medios de comunicación y en las redes sociales contando lo ocurrido había una de un niño vestido de naranja –color que la izquierda abertzale ha hecho bandera de la “desobediencia”– y tapado por un pañuelo palestino del mismo tono que sólo le dejaba los ojos al descubierto. Una mano de mujer, quizá la de su madre, lo protegía apoyándolo sobre sus piernas. El pequeño no tendría más de cuatro años.

En esa manifestación, los asistentes instaron a niños a que participasen en el plato fuerte de la jornada: el lanzamiento de zapatos contra caricaturas del Rey o de agentes de las Fuerzas de Seguridad. Lo hicieron poco después de que recorrieran algunas calles del centro de la ciudad entre gritos de “Estado español, Estado terrorista”. No sería descabellado pensar que alguno de los pequeños se uniera al grito de guerra.

El 2 de octubre de 2011, cuando apenas quedaban 18 días para que ETA declarase el cese definitivo de la violencia del que ahora se cumplen cuatro años, un editorial del diario Gara decía: “Aviso a los que quieren un relato de vencedores y vencidos: el que convenza, vencerá”. Los niños que asistieron a esa manifestación probablemente ya estén convencidos. Pero quizá dentro de unos años se hagan preguntas o se topen con dudas, y quizá para encontrar respuestas recurrirán a la Historia con mayúscula. Y ésa es la que nos toca escribir ahora.

Escribir la historia de lo ocurrido es la última batalla que los demócratas tenemos que librar contra ETA. Mientras la banda terrorista matabasecuestraba, extorsionaba y amenazaba con una cadencia insoportable, quienes se oponían al terror quizá no prestaron demasiada atención al hecho  de que la batalla policial contra ETA era precisamente eso, una batalla, y que el declarado final de la violencia abría ante ellos un reto hasta entonces  durmiente: el de apuntalar en las conciencias de los ciudadanos, y de  los que están por venir, una geneaología del terror en la que no hubiese duda  de quiénes habían sido los asesinos y quiénes, las víctimas. La descomunal tarea de escribir el relato del terror lleva otro trabajo asociado que resume el historiador Luis Castells: reducir el número de mentiras que circulan sin que nadie las desmienta. Si tenemos la valentía de hacerlo, puede que algún día los niños que acudieron a la manifestación de Pamplona, y a las que quedan por venir, asientan al leer aquello de Jon Juaristi: “Nuestros padres mintieron, eso es todo”. 


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